miércoles, 12 de noviembre de 2014

17 años de silencio...

Era también una fría madrugada, apenas acababa el viernes de abrir sus rajados ojos. Yo dormía y tu te marchabas. Esa noche no me despedí, acaricié tu mano y tus ojos cansados, apenas pudieron abrirse para decirme adiós. Tenía miedo a despertar y encontrarme tu ausencia, sabía que no estarías para darme los buenos días, sabía que aquel incomodo sofá de hospital, no volvería a ser testigo de monólogos impregnados de ausencia, sabía que nunca mas volvería a olerte cuando me acercará a besarte y es que pasados 17 años de silencio, aun te huelo al imaginarte.

En ocasiones acudo a aquel campo que separaba mi nido de infancia de la casa de mis tíos, ese campo que recorría solo o en compañía de mis hermanos, para robarte tus palabras cansadas y de paso, llevarme un puñado de monedas que siempre me guardabas en aquella arrugada cartera. El campo ya no existe, pero yo te sigo imaginando recorriendo el camino que te llevaba a nuestra casa, te sigo viendo dejarme en la puerta del colegio o esperarme al salir, te sigo oyendo dándome consejos que hoy inútilmente me empeño en no cumplir...yo te sigo echando de menos y no ha pasado un día en el que no piense en ti. Todas las mañanas miro tu fotografía que mi madre guarda colgada de la pared, en ella luces radiante y sonriente, incluso cuando te sabías enferma, te empeñabas en sonreír.

Muchos días han pasado ya desde tu ausencia y muchas son las cosas que han cambiado. Pero tu recuerdo sigue intacto en mi y mañana, puntualmente como todos los años atrás, volveré a escuchar misa y al recordarte volveré a imaginarte feliz y rodeada de todos nosotros, porque así te imagino cada vez que te sueño. Este es el recuerdo que dejaste en mi, el de una mujer buena y bondadosa, el de una abuela eterna, una abuela que en el silencio de su ausencia se que cuida de mi y por eso, estés donde estés, eternamente GRACIAS