jueves, 3 de diciembre de 2015

La Virgen que se fué


Sin hacer ruido, dejando tras tu ausencia la duda de saber como volverías tras tu marcha. En silencio y casi a oscuras, así ha permanecido tu capilla durante los meses de tu necesario viaje.
A la izquierda te ha esperado El, quien siempre espera, incluso a aquellos, que presumen de no volver. Han sido meses de miedos, de dudas, de no saber como lo estarías pasando, sin saberte mirada por tu hijos. Meses de nervios, pensando que esas manos que te tocaban, quizás no fueses conscientes de la enorme responsabilidad que caía sobre ellas..

Sonaron las campanas. Pasada la media noche, dormía la ciudad, la vida daba paso al sueño y sin embargo, en aquella céntrica Parroquia, la vida despertaba a la vida. Volvías a tu casa, al sitio donde las Penas, llevan tu nombre, al mismo donde te fuiste sin hacer ruido y sin embargo hoy, replicaban las campanas.

En estos meses, no he querido preguntar, he querido esperarte con la ilusión de un niño, que espera la llegada de su madre, tras días de ausencia. Esperaba encontrarte cambiada, diferente, pero esperaba encontrarte, y lo hice caída la tarde, que es cuando las luces del día se esconden en las primeras sombras de la luna. Eras tu, la misma que te fuiste, la misma que sujetó a mis hijos el día que los bautizamos, la misma a la que mi madre le reza y la misma que nos espera a la derecha de una vieja capilla donde la madera se hace carne, y la carne se hace vida. Eras tu, igual pero mas bella, distinta pero mas cercana. Ahora tus ojos no dejan dudas del dolor que sientes cuando miras a tu hijo atado a la columna, ahora el color de tu cara, denota la ausencia de vida y tus manos, son manos cercanas que me invitan a pensar que en ellas descansa la esperanza de que algo mejor, siempre está por venir, tu barbilla se ha hecho mas fina para hacerte parecer presumida en tu dolor.

Eras tu madre, la misma que se fue, la que ha vuelto para regalarnos nuevas ilusiones y para llenar esa capilla que alberga tantas y tantas oraciones. En breve, los alfileres, las blondas, el tul y la mantilla se apoderarán de tu nueva piel y darán, aun mas si cabe, mas belleza a tu estrenada presencia. Te vestirán de Reina y serás como siempre, la madre de Dios, que en nuestra casa se llama Paciencia, la misma que hemos necesitado para esperarte, para soñarte y para saber vivir sin tu presencia. Gracias a las manos que te han devuelto mas bella, mas real y mas cercana, pero siendo tu, la misma que aquel dia de Junio, se fue sin hacer ruido...

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