miércoles, 5 de febrero de 2014

Una fría estación de autobus

Puntual, como cuando suenan los clarines en la maestranza.Ilusionado y nervioso, como ese padre que ve a su hija subir al altar el día de su primera comunión.
La estación aguardaba abarrotada, la llegada de autobuses llenos de historias, adolescentes ansiosos de besar los labios que echan de menos durante la semana, matrimonios que se separan los Domingos y que intentan alargar los fines de semana, intentando engañar al reloj y aquellos que solitarios, viajan en busca de aventuras que les hagan sujetar su barco a puerto. Al fondo, en el anden 31 esperaba él, se había vestido con el mejor de sus trajes y para la ocasión, estrenaba corbata, ese perfume que durante años le acompaño en el reto del día a día y un poquito de gomina en su aún abundante cabello. En su mano derecha un bastón, que servía para apoyarse en su ya lento caminar y en la izquierda un desgastado álbum de fotos....

.
La vida había pasado por encima de él a ritmo vertiginoso, ya poco quedaba de aquel galán que vestía a diario de forma primorosa y que salía siempre de casa despedido por un eterno "te quiero, ten cuidado y no tardes...". Había compartido al lado de su primer amor mas de cincuenta primaveras. Tuvieron que superar las asperezas de los celos, los egos de las envidias y los miedos de la distancia. Siempre venció el amor. Ella, tímida, callada, era su mejor amiga, la madre de sus hijos y la mejor de las amantes. El amable, romántico, extrovertido y amigo de todo el barrio, veía pasar las horas, deseando llegar a casa y volver a sentarse al lado de esa niña que le enamoró hace ya, un puñado de Febreros.

Los años fueron pasando y el peso de los besos, fue haciendo surcos en su piel, sus manos, cansadas de agarrar el peso de su responsabilidad iban encogiéndose, esas mismas manos que durante años, sirvieron para pasear a sus hijos y años después, a sus nietos, ya apenas podían acariciar aquella fría barandilla de la escalera. Las piernas empezaban a pedir explicaciones después de las caminatas y los achaques, se acumulaban en su ya dolorido cuerpo.

Se fueron quedando solos. A diario salían a patear el barrio que les vio pasear su eterno amor, saludaban a los que anoche fueron sus compañeros de sueños, se acercaban al banco en el que aún aparecían sus iniciales marcadas en una calurosa tarde de Agosto, a la vuelta visitaban a sus hijos y nunca les faltaba un detalle para sus nietos, que ya empezaban a pasear de la mano de ladrones de sueños. Nunca llegó el silencio a sus conversaciones y si en alguna ocasión aparecían los reproches, de un viejo cajón sacaban un álbum de fotos donde se resumía su preciosa historia de amor, desde aquellos días, donde la estación de autobuses era cómplice de besos robados, hasta los días en los que un sacerdote les recordó que tal día como ese, hacía cincuenta años que ella le dijo si quiero...



"Yo siempre estaré a tu lado y te iré a buscar a aquella fría estación". A la mañana siguiente el silencio se apoderó de aquella historia de amor, las palabras se marcharon en aquel beso de buenas noches y las caricias se quedaron huérfanas de manos que acariciar....

Él no se acostumbra al silencio y la sigue buscando en los espejos de los pasillos de la casa, huele su ropa doblada esperando encontrar su recuerdo en aquellas frías costuras. Solo se consuela cuando abre aquel viejo cajón y empieza a repasar el viejo álbum de fotos, es entonces cuando se arregla, se perfuma y vuelve como siempre puntual, a aquella fría estación....

   

No hay comentarios:

Publicar un comentario