jueves, 11 de julio de 2013

Un muerto encierras

Cuando pasan los años tenemos tendencia a olvidarnos de lo preciso,de lo importante, de lo imprescindible. Nos aconstumbramos a que todo tiene que ser como siempre porque si, porque así lo marcó el devenir de esta o aquella relación, sin pararnos a pensar, que al igual que las plantas, nuestro día a día, hay que alimentarlo, al igual que el de la gente que nos rodea, llámese familia, amigos o pareja.

No es difícil, pero tenemos tendencia a abandonarnos y olvidamos la importancia de una llamada inesperada, de un te quiero al oído, de una visita sin hora apuntada en la agenda, de contarte que sigo vivo y te sigo extrañando. Pequeños detalles que nos hacen grandes en lo inapreciable, pequeñas cosas que nos hacen invisibles en las prisas del día a día. Siempre pensamos en el "que llame él, total, siempre lo hace...", sin pensar que mañana puede ser tarde.

Así dejamos pasar los días y confiamos en la buena costumbre de la monotonía, en pensar que nada tiene porque cambiar si siempre nos ha ido así bien, y presos en esa cárcel que nos acorrala con el paso de los años,  dejamos de cogerle la mano en ese paseo vespertino, suprimimos el beso al llegar a casa y ese manido te quiero al acostarnos, por un aburrido ¿que pasa, como ha ido el día?...Sin pararnos a pensar que en el silencia se encuentra la necesidad de cambiar, de dar una paso adelante para hacerle pensar que también tu eres importante e imprescindible en mi vida.



Somos animales educados en las costumbres, ajenos a la sorpresa y esquivos a la demostración de sentimientos, agarrotados por los grilletes del ridículo, pensamos que todo tiene que ser como siempre, sin pararnos a valorar en que no, en que todo puede cambiar y en que nadie hace nada por nadie, en que somos seres egoístas incapaces de ver que ese que ayer te necesitaba, hoy lo sigue haciendo, aun pareciendo eternamente feliz o en aquel otro que vive esperando en ceder la iniciativa, cansado de ser el siempre el que de el paso o disponga este o aquel plan.

Algo tan sencillo como un café, cerca de una farmacia de barrio, o la cerveza de los jueves, o el café imprescindible de los viernes o cualquier excusa para contarnos esa historia, siempre repetida, pero siempre distinta. No debemos perder esos detalles que nos hacen distintos a aquellos que no sienten, aun siendo humanos como nosotros, no puede vencernos el ritmo vertiginoso de este mundo inapetente, por eso tenemos que acudir a los que nos importan, a los que nos rodean y cuidar a aquellos, que nos salvan al caer de nuevo en esa piedra eterna que siempre aparece en el peor momento.

No hay que dar por perdidas las batallas, hay que pensar que hoy es siempre todavía, que toda la vida es ahora, que mañana es tarde y vivir el momento como si fuese el primer día, buscar en el beso de por la noche la inocencia de los primeros besos adolescentes, emocionarse al saber que alguien piensa en ti cuando suena el teléfono, acudir ilusionado a esa cita que se repite de Julio en Julio, poner en alma en esas situaciones donde creemos que ya no es necesaria.

Brindemos, que hoy es siempre todavía, que nunca me gustaron las despedidas.... 


Posdata: Siempre acudo a esta canción cuando pienso que quizás, mañana sea tarde...



"Él le regala unas manos llenas de mentiras,
ya no le parece tan bello el cuerpo que acaricia.
Ayer eclipse de sol eran sus pupilas,
hoy son lagunas negras donde el mal se hacina.
Qué pena me da, qué pena me da,
qué pena me da, todo se termina.
Ella ya no ama sus vicios, le busca en los ojos,
pasa un ángel volando y se encuentra con otro.
Ayer sus dos brazos eran fuertes ramas
donde guarecerse, hoy son cuerdas que atan.
Qué pena me da, qué pena me da,
qué pena me da, todo se acaba".

Ismael Serrano


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