lunes, 15 de abril de 2013

El peso de los detalles


Los que me conocéis, sabéis de la importancia que tiene para mi ese Miércoles.
El paso implacable de los años, hace que ese día, me enriquezca de lo detalles, esos que hacen que cada año, sea diferente, aún siendo siempre lo mismo.
Siempre he pensado que la grandeza de las personas, se a de medir por los detalles que son capaces de tener con aquellos que nos rodean, y eso fue lo que hizo que este Miércoles Santo, fuese inolvidable.




Con el paso de los años, cada Miércoles Santo lo afronto de una manera diferente.
Este año, necesitaba pasear contigo por las calles, sentir la dulzura de tu agonía en mis gastados hombros y agradecerte, a mi costalera manera, que durante un largo año, me hayas llevado de la mano, aún sintiendo a veces, el vacío de tu ausencia.
El día amaneció teñido de nerviosismo y de dudas, dudas que aumentaban mientras avanzaban,impecables, las agujas del reloj.La mañana se hizo amena, rodeado de amigos, fui a tu búsqueda, recorriendo previamente las capillas de aquellas que tienen la suerte de procesionar el mismo día que Tu. A eso de media mañana, y tras varios chaparrones sin importancia, de esos que hacen que una Hermandad llore soñando con el siguiente año, apareció el sol, lo hizo tímidamente y coincidiendo con mi llegada a San Matías.




Era casualidad, pero para mi fue el guiño necesario para saber que en un ratito, tu espalda, la mejor espalda
de cuantas procesionan en toda Andalucía, sería descanso de ojos necesitados de tu calma y de la belleza de tu dolor.
En casa esperaban nerviosos los dos ciriales que alumbran mi día a día, mis hijos. Otro año más, te acompañarían en tu caminar, día con el que sueñan los dos durante todo el año, por ellos, quizás por ellos, miraba al cielo cada cinco minutos...en ese momento llame a casa para comprobar si todo estaba bien y ella como siempre, cogió el teléfono:

- Hola(siempre contesta igual)
- Soy Papi, ¿como estas?
- Nerviosa, pero no miro al cielo porque se no va a llover, así que tu tampoco lo hagas

Llamaba para tranquilizarlos y fue ella, con sus adorables 8 años, la que me calmo a mi.


Dicen que con el paso de los años, para determinadas cosas, la ilusión no es la misma. No es mi caso. Para mi poder estar sumergido en la oscuridad de tu viejo canasto, supone cada año una renovación de ilusiones, como esa inyección de ánimo que te acompaña para el resto del año, porque yo mis años, los cuento de Miércoles Santo a Miércoles Santo.

Llegó la hora la hora de vestirme de Miércoles Santo. Aún no siendo como quisiera(sigo sin entender aquello de tradición, estando esto por encima del beneficio físico, las tablillas y las albarcas, no estàn hechas para alargar la vida del costalero) ese momento sigue siendo mágico. Me gusta hacerlo en soledad, siempre suena la misma marcha, la misma que acompañara tu llegada al dintel de la puerta, Saeta. Al terminar beso una vieja foto de mi abuela que guardo en mi cartera, desde que ella se marchó, no se puede comparar, pero ese gesto, sustituye su beso, ese que cada año puntual me regalaba al salir de casa.

El paseo hasta encontrarme con mis compañeros y algunos de ellos mis amigos (esos con los que comparto de fe y la devoción a ti, esos que me hacen seguir creyendo en que otro mundo es posible), se está convirtiendo en unos de los mejores momentos del año. Uno de esos momentos que hacen que la vida valga la pena. Y es que en ese paseo, dos querubines vestidos de morado acompañan mi rápido caminar hasta llegar a tus plantas.


Y fue entonces, en ese preciso momento, donde sucedió aquello que me emocionó y me hizo entender que todo lo que rodea a este mundo, llamado Semana Santa es secundario. Lo importante son los detalles, esos que salen del alma y si el alma es de un amigo, ese detalle, aún se engrandece mas.
Un amigo de verdad, media vida llevamos juntos, y pese a vernos poco, se que siempre está, él hace de su silencios, su mayor virtud.
Como cada año, lo abracé el último y en ese momento, mi hija me dijo: Papa he olvidado mi medalla.
Para un cofrade, su medalla es como un tesoro, por el que pasa el tiempo, envejeciendo al mismo tiempo que blanquean nuestros cabellos. En ese momento el no dudó, y seguramente, viendo en mi hija a ese hijo que aún está por llegar, se quito su medalla del cuello y se la puso a Lucia.



A partir de ese instante, todo lo demás, las prisas, la lluvia, los relevos, etc... pasó a carecer de importancia. Por estas cosas y por un millón de detalles mas, se que en el silencio de una fría capilla, cuidas de mi mundo.


Dedicado a todos los que sienten cada día de su vida como si fuese Miércoles Santo

P.D 1: Las fotos son de Floren Ruano y Raul Morente





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